Si estás leyendo esto, seguramente ya sabes que soy psicóloga (titulada y colegiada) y que llevo bastantes años trabajando con y para niños, niñas, adolescentes, jóvenes y familias… Pero quizá te preguntes:
¿Cómo es esta persona? ¿Qué vivencias hay detrás de FORMA Centro de Apoyo?
Sigue leyendo, que te lo cuento.
Cuando tenía 17 años, yo era una chica que salía con sus amigos, estudiaba y hacía música pop-rock con otros chicos y chicas, en una pequeña ciudad cerca de la sierra de Madrid.
Un día me apunté a una formación básica sobre voluntariado y ahí fue cuando me picó el gusanillo de la acción social. Decidí trabajar para lograr un mundo mejor, ¡y ya no paré!
Ese mismo año, antes de estudiar Psicología, empecé a participar en una asociación juvenil. Al principio aterricé allí porque buscaban gente para una revista juvenil, y a mí me flipaba escribir. Pero enseguida descubrí que hacían un montón de cosas en las que podía aportar mis ideas y mi compromiso social.
El objetivo principal era ofrecer actividades de ocio saludable para otros adolescentes, y así, dar alternativas al consumo de alcohol y otras drogas. Los viernes por la noche, un grupo de jóvenes montábamos juegos o concursos en lugares de botellón: en la calle, en los parques… Eran actividades chulas, siempre con un trasfondo educativo y de prevención de riesgos, sin ser invasivos, sin forzar a nadie a apuntarse. ¡Y tenía mucho éxito! Además, algunos chicos y chicas nos confiaban sus problemas o sus inquietudes. El ingrediente que nunca faltaba era escuchar, respetar y hacer saber a aquellos chavales lo mucho que valían.
También hacíamos talleres educativos en institutos, teatro para adolescentes, eventos y actividades en fiestas municipales, y colaborábamos con otras entidades, como Cruz Roja, Amnistía Internacional, asociaciones vecinales y de mayores.
Mientras estudiaba Psicología, desempeñé mis primeros trabajos remunerados como monitora de tiempo libre. Trabajaba con grupos de entre 25 y 50 chicos y chicas que iban a Irlanda a estudiar inglés, o que hacían viajes de fin de curso por España. En estas experiencias me enfrenté a mis primeras mediaciones, a practicar la asertividad con proveedores y compañeros… y en algún caso, a tener toda la responsabilidad de un grupo durante semanas. Y es que normalmente íbamos dos personas como monitoras (es lo ideal, por cuestiones de protección y seguridad). Pero en uno de los viajes, por una causa de fuerza mayor, mi compañera tuvo que marcharse. Yo quedé como la única responsable durante las semanas restantes, resolviendo problemas con las familias y las clases, acompañando a chavales al médico, siendo su referencia y apoyo en lo bueno y en lo malo… ¡y hay que decir que todo salió muy bien!
Después, me pasó algo que me ayudó a ver la infancia y adolescencia con una mirada diferente: empecé a trabajar en el mundo de la investigación. Y lo hice desde el enfoque de necesidades y derechos de la infancia, de la mano del IUNDIA.
El primer estudio en el que trabajé iba sobre adolescentes en conflicto con la ley (o “menores infractores”). Este trabajo influyó mucho en mi forma de ver el desarrollo humano: la influencia de nuestro entorno en cómo somos y lo que hacemos.
En la segunda investigación, recogimos las necesidades y propuestas de niños, niñas y adolescentes respecto a las políticas de infancia municipales. Este estudio formó parte del tercer Plan de Infancia de Madrid ciudad. Consultamos a muchos grupos de distintos barrios y contextos, y todos tenían algo importante que decir. Pero la experiencia que más me marcó fue la de conocer de primera mano la Cañada Real Galiana, sus matices y su diversidad. Gracias a este estudio tuve la oportunidad de poner cara y voz a algunos de sus habitantes y escuchar sus opiniones sobre el ocio, la vida social, la contaminación, las demoliciones de viviendas en la zona…
Una vez graduada en Psicología, dediqué un año a ampliar mi formación como Experta en Mediación y como Formadora. Y mientras, no paré de trabajar: atendí a algunas familias como orientadora psicopedagógica y colaboré con el Comité Español de UNICEF en un estudio interno sobre los niños migrantes que llegan solos a nuestro país (o en la terminología legal, menores extranjeros no acompañados).
Después, viví un año en Salamanca mientras estudiaba un máster en Políticas Sociales y Servicios Públicos. Allí aprendí cosas tan interesantes como los determinantes sociales de la salud o la evaluación de impacto. También aprendí cómo va eso de vivir en una ciudad de provincias y en un piso compartido con otras y otros jóvenes estudiantes. A la vez que empezaba una relación de pareja estable a distancia. Todo un reto… Si no hubiera practicado antes la gestión de emociones y las habilidades sociales, ¡no quiero saber cómo me habría ido!
Durante ese curso trabajé en algo importante: saber si lo que se hace para la infancia y adolescencia funciona. Ver qué impacto tiene un plan de infancia (colaboración con el IUNDIA) y revisar qué avances se van consiguiendo con acciones de incidencia política (colaboración con UNICEF). En ambos casos se trataba de evaluar acciones: unas, desde la política, otras, desde la incidencia política. Contar con las dos visiones me pareció de lo más enriquecedor.
Al terminar el máster retomé mi trabajo profesional, primero en una asociación local y luego en grandes organizaciones como Save The Children y la Plataforma de Infancia. ¿Y qué es lo que hice en estos lugares?
- Educación en valores, refuerzo educativo y ocio saludable en proyectos de lucha contra la pobreza, con niños y niñas en exclusión social. Donde aprender a escribir puede ser tan emocionante para un niño como pintar un mural en equipo o jugar al escondite. Donde somos sus referentes y protegemos de la violencia.
- Participación adolescente en “Cibercorresponsales”, red social y periódico digital solo para chicas y chicos de 12 a 18 años. Entre otras actividades, mi misión principal estaba relacionada con el uso seguro y positivo de Internet en el marco de un proyecto europeo. Conseguir que la chavalada reflexionara y diera su opinión sobre estos temas, para luego ayudarles a difundirla y que fuera tenida en cuenta en la sociedad y en la política. ¡Nada menos!
Creo que la incidencia política y la intervención a gran escala son imprescindibles para el cambio social, así que mi trabajo en grandes ONG significó para mí una gran oportunidad y me generó un profundo interés profesional por este ámbito. A la vez, considero también que la intervención directa y a pequeña escala resulta importantísima, porque cambia vidas: puede ser crucial para detectar y paliar situaciones de violencia, para enseñar que se puede ser amado y vivir en un entorno amigable, para educar en derechos y convivencia…
De mi paso por todos estos lugares me llevé un enorme aprendizaje. Y todo ello lo vuelco ahora con compromiso y dedicación en FORMA Centro de Apoyo.
Si estás buscando formación, orientación, mediación o grupos de apoyo, estaré encantada de ayudarte. Puedes echar un vistazo a mis servicios o, si lo prefieres, puedes contactar conmigo directamente.
¡Hasta pronto!
Créditos de imagen destacada: Imagen de Gemma Regalado en Unsplash.