Metáfora del ascensor social.

La intervención social es la gran olvidada en la ecuación del ascensor social

Ayer participé en un evento de lo más interesante donde tuve el gusto escuchar a Javier Ruiz (1) hablar sobre la desigualdad en España.

En este evento se mencionó el papel de la educación como solución, como una de las claves del llamado ascensor social. Me alegré de ello. Me parece fundamental traer la educación al debate siempre que se habla de bienestar, de política o de sociedad.

Para abundar en la reflexión de ayer, me gustaría aportar una idea personal. Aquí os la dejo, basándome humildemente en mi experiencia profesional y académica, y sin entrar en demasiados detalles técnicos. (2)

Vale, ¿cuál es esa idea? Es esta: La intervención social es la gran olvidada en la ecuación del ascensor social. En mi experiencia, en los debates sobre políticas para combatir la desigualdad o la pobreza, ocurre con demasiada frecuencia que la intervención social está ausente de la conversación.

Para situarnos, ¿qué es la intervención social? (3)

¿Y qué tiene que ver la intervención social con el ascensor social?

Como sabemos, el ascensor social es (dicho llanamente) la cosa o cosas que pueden ayudar a las personas con rentas más bajas de la sociedad a subir de estatus socioeconómico.

Por suerte, la educación suele identificarse fácilmente como un ingrediente fundamental del ascensor social. Un resumen de la teoría es que con más y mejor educación los niños y niñas de familias con rentas más bajas tendrán más oportunidades de acceder a mejores trabajos y contar así con rentas más altas que su familia de origen. Por tanto, más y mejor educación sería una solución para «salir de la pobreza».

Hasta aquí estoy de acuerdo, con algún matiz. (4) Pero si nos quedamos ahí, el debate está cojo. En los foros de políticas, derecho y economía casi nunca oigo hablar de lo que pasa entre medias en ese camino educativo: efecto pigmalión, identidad de perdedor o de mal estudiante, abandono escolar, incluso niñas apartadas de la escuela porque su familia y su comunidad son todavía marcadamente machistas (sí, estoy hablando de España). Para que el ascensor social funcione, la educación tiene que atender todos estos problemas; pero la educación no podrá con todo el peso del ascensor sin la ayuda de otras palancas, como la intervención social

¿Y por qué?

Porque hay niños y niñas que no pueden aprovechar los beneficios del sistema educativo. Por ejemplo:

Esta es una explicación muy somera y parcial, pero da una idea de algunas cosas que pasan de verdad, ahora mismo, en los barrios de rentas más bajas de cualquier ciudad. Varias de estas situaciones las he conocido de primera mano en la ciudad de Madrid. No es ciencia ficción.

Y entonces, ¿qué hacemos? Pues ponerle al ascensor social uno de los cables que le faltan: la intervención social. Este es el ingrediente crucial con el que hacemos cosas como:

Así que en el debate del ascensor social (y lo más importante, a la hora de decidir en qué políticas invertimos) necesitamos tener en cuenta la crucial aportación de la intervención social.  Su habitual ausencia debe corregirse, porque la intervención social es clave para reducir desigualdades y mejorar el funcionamiento de nuestro Estado del Bienestar.

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